¿Puede la actividad física actuar como un fármaco frente la depresión?
- Guillem Oliver
- 18 jul 2021
- 5 Min. de lectura
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es una enfermedad mundial, con más de 350 millones de personas afectadas, y se estima que es la segunda causa principal de morbilidad en todo el mundo. Las características centrales de los síntomas de depresión incluyen bajo estado de ánimo, disminución del interés o placer en la mayoría o en todas las actividades del día, disminución de la motivación, aumento o disminución del apetito y peso, insomnio o hipersomnia, agitación o retraso psicomotor, fatiga, deficiencias cognitivas, como déficit de memoria, y pensamientos suicidas (1). Además, las personas con depresión experimentan una salud física sustancialmente peor. Por ejemplo, presentan una mayor prevalencia de enfermedad cardiometabólica, diabetes y enfermedad cardiovascular (2).

El enfoque actual del tratamiento para las personas con depresión consiste en antidepresivos y psicoterapias. Si bien los antidepresivos suelen ser eficaces, solo aproximadamente la mitad de las personas que los toman logran una respuesta clínicamente significativa (1). Además, otro factor que influye en la adherencia son los efectos secundarios de la medicación antidepresiva que pueden incluir aumento de peso, riesgo de diabetes y disfunción sexual (1,2). Las terapias psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual, tienen un efecto de pequeño a moderado para las personas con depresión. La baja adherencia i las altas tasas de abandono (aproximadamente el 20%) dificultan el tratamiento y abren la posibilidad a nuevas vías de tratamiento (3).
Dadas las graves consecuencias de la depresión, la investigación apunta a la importancia de maximizar la respuesta al tratamiento lo antes posible debido a la disminución del pronóstico con la duración de la depresión y las respuestas fallidas al tratamiento (1-3). Con este fin, se conoce cada vez más que las conductas de estilo de vida, como la actividad física y el ejercicio, contribuyen parcialmente al riesgo de desarrollar depresión y pueden ser estrategias útiles para tratar la depresión, reducir los síntomas depresivos, mejorar la calidad de vida y mejorar los resultados de la salud física (2). Varias revisiones apoyan el efecto antidepresivo del ejercicio y, como tal, tanto la OMS como distintas instituciones oficiales recomiendan implementar el ejercicio físico en el tratamiento estándar de la depresión (1).
Un importante metanálisis de Kvam S et al. 2016 indica que el ejercicio como tratamiento para la depresión unipolar tiene un efecto de moderado a grande en comparación con las condiciones de control. En la comparación entre el ejercicio y ninguna intervención, se encuentra un gran efecto a favor del ejercicio. Esto indica que el ejercicio es un tratamiento eficaz en comparación con ningún tratamiento. Así, el ejercicio puede servir como una alternativa para pacientes que no responden al tratamiento dado, pacientes que están en espera de tratamiento o aquellos que por diferentes motivos no reciben o quieren el tratamiento tradicional (psicoterapia). Por otro lado, cuando se comparó el ejercicio con tratamientos psicológicos establecidos (como la terapia cognitiva o la medicación antidepresiva) los tamaños del efecto fueron relativamente pequeños. Aunque el número de estudios en este análisis fue reducido, la interpretación actual de estos resultados es que el ejercicio no funciona de manera diferente a estos tratamientos establecidos para la depresión. El análisis del ejercicio como complemento de la medicación antidepresiva indica un efecto moderado a favor del tratamiento combinado (4).
No obstante, las personas con depresión también pueden beneficiarse de una sola sesión de ejercicio. Un estudio de Meyer et al 2016 comparó los efectos de una sesión de ciclismo de 20 minutos a tres intensidades diferentes: ligera, moderada o alta en 24 mujeres con depresión versus un grupo control. Los análisis comparativos mostraron que todas las intensidades fueron igualmente efectivas y mejores que el control para promover el bienestar a los 10 y 30 minutos después del ejercicio (5). Además, en un análisis posterior del mismo ensayo, investigaron el papel de la intensidad autoseleccionada o preferida en el bienestar agudo. Curiosamente, no se encontraron diferencias entre la intensidad auto-seleccionada/preferida y la intensidad más cercana, lo que sugiere que todas las intensidades pueden promover igualmente el bienestar agudo en personas con depresión, independientemente de si es auto-seleccionado o determinado (6).
Otro destacado metanálisis de Morres et al. 2018 comparó los efectos antidepresivos de ejercicios aeróbicos (EA) con los tratamientos para la depresión que excluyen las actividades de ejercicio, en pacientes adultos (18-65 años) con una derivación o un diagnóstico clínico de depresión mayor. Los EA supervisados se compararon favorablemente con los tratamientos para la depresión en varios formatos de administración, comparaciones o contextos, e independientemente de la gravedad de los síntomas y el tipo de medida de resultado. Es importante destacar que el efecto antidepresivo de los EA no se vio afectado entre los ensayos con menor riesgo de sesgo, los ensayos con intervenciones de ejercicio a corto plazo (hasta cuatro semanas) o los ensayos con intervenciones que incluían preferencias individuales de ejercicio. A pesar del número limitado de ensayos revisados, se encontró que la actividad física aeróbica es una intervención antidepresiva eficaz (7).
El ejercicio, por lo tanto, puede conferir protección contra el desarrollo de depresión, además de controlar los síntomas de forma aguda (1). La evidencia de ensayos controlados aleatorios demuestra solidez en el efecto descrito, no obstante, la actividad física todavía parece no recibir la atención merecida y su uso en la práctica clínica no tiene el mismo valor que las estrategias más dominantes como la farmacoterapia y las psicoterapias (1-3). Los estudios futuros deben investigar diferentes tipos de mecanismos para proporcionar información sobre la mejor manera de adaptar el ejercicio para aumentar su efectividad como tratamiento para la depresión (2,3,6). La adherencia al ejercicio y la motivación autónoma parecen jugar un papel central, por lo que el apoyo social y la supervisión de profesionales de la salud puede aumentar las posibilidades de cumplimiento y éxito del tratamiento (1).
Referencias:
Schuch FB, Stubbs B. The Role of Exercise in Preventing and Treating Depression. Curr Sports Med Rep. 2019 Aug;18(8):299-304.
Trivedi MH, Greer TL, Church TS, Carmody TJ, Grannemann BD, Galper DI, Dunn AL, Earnest CP, Sunderajan P, Henley SS, Blair SN. Exercise as an augmentation treatment for nonremitted major depressive disorder: a randomized, parallel dose comparison. J Clin Psychiatry. 2011 May;72(5):677-84.
Mammen G, Faulkner G. Physical activity and the prevention of depression: a systematic review of prospective studies. Am J Prev Med. 2013 Nov;45(5):649-57.
Kvam S, Kleppe CL, Nordhus IH, Hovland A. Exercise as a treatment for depression: A meta-analysis. J Affect Disord. 2016 Sep 15;202:67-86.
Meyer JD, Koltyn KF, Stegner AJ, et al. Influence of exercise intensity for improving depressed mood in depression: a dose–response study. Behav. Ther. 2016; 47:527–37.
Meyer JD, Ellingson LD, Koltyn KF, et al. Psychobiological responses to preferred and prescribed intensity exercise in major depressive disorder. Med. Sci. Sports Exerc. 2016; 48:2207–15.
Morres ID, Hatzigeorgiadis A, Stathi A, Comoutos N, Arpin-Cribbie C, Krommidas C, Theodorakis Y. Aerobic exercise for adult patients with major depressive disorder in mental health services: A systematic review and meta-analysis. Depress Anxiety. 2019 Jan;36(1):39-53.
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